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martes, 18 de noviembre de 2014

Mariana con M de Música - Eusebio Ruvalcaba.

¿Sabes dónde descubrí tu nombre?
¿Recuerdas que te miraba y no sabía
como te llamabas?
¿Recuerdas que te suplicaba con los ojos
que me lo dijeras,
y que simple y llanamente te hacías del rogar,
que me ignorabas como la nube ignora el cielo,
como el azul ignora al mar?
Bueno.
Creo acordarme que lo vi bajo una capa de polvo
que cubría un piano de cola.
En París.
Me dijeron que en ese piano había tocado Chopin,
y Liszt había pasado los dedos una tarde de octubre.
No sé.
El punto es que soplé –no podía acercarme más –
y aparecieron unas letras: Mariana.
Así. De pronto.
No, no fue así.
Me encontraba parado en la esquina de 5 de Mayo
y Eje Central.
Cientos de transeúntes iban de un lado a otro.
Yo esperaba que se pusiera el semáforo en verde.
De pronto se soltó un ventarrón que me alborotó el pelo,
iba yo a maldecir
cuando el viento me susurró al oído: Mariana… Mariana…
Miento, exactamente fue otra cosa.
En Real del Monte, a unos kilómetros de Pachuca,
en uno de los lugares más altos de este país.
El frío es terrible.
Pues estaba yo contemplando
la estatua de un minero que se encuentra en la plaza principal.
Lo veía por arriba y por abajo.
Le daba la vuelta.
Lo que admiraba eran sus músculos y su determinación férrea.
En ésas estaba
cuando una niña me jaló de la manga de la camisa.
Volví la cabeza y me le quedé mirando.
Más bien nos miramos.
Era muy humilde.
Extendió la mano.
Estaba a punto de darle unas monedas
y me dijo que leyera lo que había escrito en su palma:
Y leí:
Soy Mariana.

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