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lunes, 18 de abril de 2016

Me pedías tiempo...
Pero cariño, 
yo nunca supe de meteorología.
Sólo sé que se acercan precipitaciones.

Consecuencias.

Que fuimos un tiempo,
y luego se fue ella,
y me fui yo.
Y no volvimos,
nunca, 
a estar 
en ninguna parte.
Deja de pedir disculpas por lo que eres,
por tu risa, por tu ''apariencia rara'',
por tu forma de comer o dormir.
Deja de decir lo siento 
por ser tú mismo.

Rubén Darío - Divagación.

Ámame así, fatal, cosmopolita,
universal, inmensa, única, sola
y todas; misteriosa  y erudita; 
ámame mar y nube,
espuma y ola.

Alexander Graham Bell.

A veces miramos tanto la puerta 
que se está cerrando,
que tardamos en ver la que está abierta.  
No hay peor ciego 
que el que ya vio la realidad 
y decide volver a cerrar los ojos.

sábado, 16 de abril de 2016

Se puede decir mucho de una persona 
por lo que está en su lista de reproducción...






En vez de encontrar a alguien 
con quien compartir mis gustos,
prefiero encontrar a alguien
que me enseñe cosas 
que no sabía que me gustaban.
Hoy es la tercera vez que me digo a mí misma 
que ni una más.
Es la tercera vez que descubro 
que eres un mentiroso. 
Que no te tiembla la voz 
para decirme que soy la excepción,
siendo una entre un millón.
Eres un cínico que me encanta. 
Pero esta es la última vez.

jueves, 14 de abril de 2016

Un día me convertiré en una supernova y destruiré todo a mi paso.
Sólo sigo esperando el momento 
en el que te haga falta un poco de mí.
Cuando te rompas por completo, 
cuando te destruyan 
y no tengas con que unir el desastre.
Estaré allí. He estado todo el rato.
Me alimento de debilidades...
Carroñera, me llaman. 

Benjamín Griss.

La lluvia sabe más de gente 
que sale a romperse, que a bailar.

miércoles, 13 de abril de 2016

Si un tren viaja a 18 m/s 
y tiene una aceleración constante de 0.4 m/s^2. 
¿Cuánto tiempo debe pasar 
para que entiendas que te necesito?

La aventura de Saíd - Josep Lorman

Uno es capaz de cualquier cosa 
cuando no tiene otra alternativa.

Así como tú sonríes, Quetzal Noah.

Yo le quiero decir que me quiero acostar con ella
es obvio que quiero tener sexo con ella
que le quiero lamer la clavícula 
quitarle las bragas con los dientes
acostarla boca arriba y hacer que mi boca
se convierta en un tren
para subir y bajar 
el continente de su carne
las legiones de su gemido
la isla de su música boreal
yo le quiero decir que me quiero acostar con ella
pero también que después del sexo
quiero seguir acostado con ella
tirados en la cama 
viendo la polífona luz de las estrellas
y contarte con los dedos
historias en su piel
rebasar el límite de ternura permitido
y corromper a la perversión
yo le quiero decir que me quiero acostar con ella
pero va a pensar
que sólo me la quiero tirar.

Risto Mejide.

Por qué no volvemos. Recuérdamelo, por favor. Por qué no nos queremos de vuelta, de segunda mano o de ocasión. Por qué. A ver, si es que había tantas razones, es que te juro que las había. Es que hasta las llegué a apuntar en algún sitio. Y ahora va y no las encuentro. Justo cuando más las necesito. Justo cuando sólo recuerdo todo aquello que juré olvidar. Así que si no te es mucha molestia, recuérdame por qué no nos dejamos de hostias. O por qué me las sigo dando yo.

Por qué no volvemos. Por qué me despierto y lo primero que hago es pensar en tus fotos. Pero si las metí en el fondo del cajón ese que ya ni abro. El de las cosas perdidas aposta. El de los recuerdos que son demasiado grandes para llevarlos encima. Malditas fotografías. Malditas emulsiones enmarcadas en vidrio. Escaparates de quince por nueve que ya sólo te venden saldos, instantáneas con retraso de lo que pudo ser y no fue. Por qué las escondí allí, si se me agarran a la retina día sí día también. Por qué hago ver que no las veo, si no me hace falta ni mirarlas, si ya me las sé.

Por qué no volvemos. Por qué no dejo de seguir tus pasos. Por qué entro de puntillas en las redes sociales como quien entra a por algo que se dejó. Por qué analizo tus fotos, tus gestos, tus lugares y tus palabras. Por qué veo en cada nuevo amigo o contacto tuyo un potencial enemigo. Por qué me da miedo que me olvides con ellos, que me entierres sin mí. Por qué busco señales que al fin y al cabo tú ya no emites. Por qué. Eh. Por qué.

Por qué no volvemos. Por qué no he sido capaz de volver a sentarme en la única mesa maldita de nuestro restaurante. Por qué salgo todas las noches como si nada, como si jamás te hubiese conocido. Y por qué les acabo pidiendo a todas que hagan de ti. Que les gusten tus mismas cosas. Que se rían como lo hacías tú. Por qué las comparo siempre contigo. Qué culpa tendrán ellas de no alcanzarte. De no saber que me exististe. De no poder acabarse este final.

Por qué no volvemos. Por qué sigo mirando el móvil cada dos horas simplemente para ver si estás en línea. Por qué empiezo a escribir siempre el mismo mensaje. Uno que arranca con un por qué no volvemos. Uno que sigue explicándote cuánto te echo de menos. Que ya casi olvidé tus defectos. Que me quedé solo a soportar los míos. Que ya es mucho soportar para una sola persona. Y por qué, cuando acabo el mensaje perfecto, le doy siempre al borrado completo en vez de al enviar. Por qué no te llamo cuando tengo tantas ganas de hablar.

Por qué no volvemos. Dímelo, de verdad, tan sólo recuérdamelo una vez más. Aunque te cueste algún que otro esfuerzo. Hazlo por este pedazo de vida tuya que sigue a la deriva de los recuerdos. Por los viejos tiempos. Por este mal sabor de boca después de algo tan dulce. Por lo que fuera yo en tu vida. Por lo que sea. Por lo que fui.

Yo la verdad es que no he aprendido. Sigo estando igual. Me siguen haciendo daño las mismas cosas. Me siguen emocionando las canciones de siempre. Sobre todo ahora, que sé que en realidad todas me hablaban de ti. Me sigo haciendo muchas trampas al solitario. Me veo con los mismos amigos a los que les ruego que no me hablen de ti. Hasta que les acabo preguntando yo. Ah, y he vuelto al microondas, que cocinar para uno ya sabes que no vale la pena. Supongo que soy aún más difícil. Imagino que el gas noble de mis manías se habrá expandido hasta ocupar parte del hueco que dejaste tú. Y seguramente, a base de vivir conmigo, me habré vuelto mucho más yo.

Por eso, te podría decir que he cambiado. Que ahora sí que sí. Que ahora entiendo por qué no funcionó lo nuestro. Que por qué no volvemos. Que por qué no intentarlo, sabiendo lo que sabemos. Pero te estaría mintiendo, y lo haría simplemente para conseguirte de nuevo, para volverte a tener, para volverme a dar a ti.

Nos estaríamos engañando de nuevo.

Y volveríamos dispuestos a ello, tan sólo por lo mucho que nos queremos.

Tan absurdo como cuando estábamos juntos y tras cada silencio resonaba siempre la misma pregunta.

Por qué no lo dejamos.