Me quedé con ganas de decirle tanto y no lo hice. No sé si fue porque pensé que ya había dicho suficiente o por el temor a que fuera indiferente.
El humo es dañino y silencioso.
No te deja ver lo peligroso del fuego.
¿Qué más poesía
que nuestras manos juntas?
No quiero tener esas pequeñas e insignificantes conversaciones, al menos no contigo. Escríbeme, así sin decir "Hola", cuéntame porque te enojaste con tu mamá en la mañana, dime porque tienes esa marca con forma extraña en tu espalda. Mandame párrafos sobre la vez que te quedaste a dormir en la casa de tu familia lejana este verano. Llámame a la mitad de la noche y explícame por que crees en Dios o justifica el porqué no lo haces. Dime sobre la primera vez que viste a tu padre llorar. Cuéntame que es lo que te derrumba. Habla por horas sobre cosas que crees que no son importantes, te prometo que te escucharé todo y prestaré atención. Dime todo. No quiero una persona que sólo me pregunte: ¿qué haces?
Si tan solo escucharas lo que mi corazón tiene para decirte, pero tienes miedo a la realidad tan desatinada y caprichosa que nos tocó vivir. Si tan solo escucharas lo que mi corazón tiene para confesarte a todo pulmón, en pleno medio día, créeme, habrías encontrado el hogar más cálido y seguro del universo; pero no lo haces porque aún no estás preparado para ser feliz y tranquilo, aún tienes un poco de tiempo, yo sigo jugando a vivir. Sólo prométeme algo: jamás dejes de observarme, como yo jamás dejaré de pensar en ti.