Hice una lista de sus defectos
y aún así me fascinaba,
podía decir las mentiras
más hermosas de la humanidad
y podía perder toda mezcla
de divinidad y humanidad
que le quedaba,
podía hacer de su cuerpo la almohada
más cómoda y no le incomodaba
verme dormir sobre su
pecho. No hubo besos en mucho tiempo,
pero perdí el miedo a abrazarla,
a sentirla y que ella me sintiera, la sentía
segura, la sentía tan cálida y a la vez tan fría.
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