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sábado, 5 de julio de 2014

Cartas a un desconocido (LXXXVII).

Supe que era yo y pude despertar, como en esos sueños cuando sientes que te persiguen y la desesperación emerge desde la garganta. El temor se esconde justo bajo las costillas y el escape se expande, hasta que te das cuenta que nadie te persigue y caes al vacío.
Me vi reflejado, cuando el vidrio se encontraba sucio y merodeaba, deambulaba, erraba sin propósito ni consecuencia. Escuché el sonido a lo lejos, una vez que me llamaba y quise dejarme ir por un instante pero qué significaría. 
¿Acaso importaba ahora?
Es como un monólogo que va de palabra en palabra, hilándose desde sonidos que provienen de los labios y quieren ser sellados. Un testimonio a medio terminar y fragmentado está.

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