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domingo, 28 de diciembre de 2014

Benjamín Griss.

A veces me siento como un gilipollas. No tengo ni las ganas ni los motivos para ponerme de pie e ir en busca de la nada, porque el todo a veces duele muchísimo. Días en los que tirarse con el paracaídas abierto es sólo un intento más de suicidio. Un intento de muchos, creo haber perdido la cuenta de las veces en las que me he sentido como si todos estuviesen en mi contra, como si el viento chocará contra mi piel a propósito, mientras yo voy para el norte, él va para el sur. En mi cabeza están enredadas muchas personas que se fueron quedando en el camino, pero que se han quedado dentro de mí como si fuesen uñas clavándose en mi corazón. Mis putos pensamientos siempre me traicionan por la noche, a veces la noche es tan hija de puta que me hace recordar tantas cosas que tiempo después me juré a mí mismo que las olvidaría, pero el tiempo no borró nada, ni siquiera se encargó de cerrar las heridas para detener la hemorragia, mucho menos la interna. Pero algo aprendí, y es que no puedes ir en contra de lo que sientes ni de lo que piensas, porque unos labios todavía no me han confesado lo que las miradas ya saben.

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