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jueves, 17 de marzo de 2016

Ernesto Pérez Vallejos.

Entonces se desnudó
y donde ella aseguraba que sobraban kilos
yo juré que le faltaban besos.

Podríamos haber hablado de frío
a tres metros de distancia,
ignorar tiritando de deseo
cuantos veranos nos caben en los brazos.
Coser enero en el quicio de la puerta
e intentar descifrar en el vaho de los suspiros,
si nombrarnos nos sabe
como un beso en la boca.

No he llegado a saber el verdadero significado 
de la sed
hasta no sentir tus manos acariciarme la nuca.
De rodillas el cielo queda a la altura de la lengua.
Tus muslos se abren
como quien abre un paréntesis,
como quien cierra un pasado.

Podríamos habernos sentado a hablar de la lluvia,
observar con la inocencia perdida
nuestro reflejo en los charcos
pero decidimos ser los dueños
de la próxima tormenta.

Desnuda pareces una playa
donde naufragan las islas.

Gimes y toda la habitación baila
como si tuvieras en la garganta
los acordes de mi vida.
Como si la música no existiera sin tu boca.
Traduzco tus suspiros al idioma del deseo
y toda mi existencia se resume a tus labios.

Follarte es estar dentro del poema.

Nos leemos despacio,
tienes adjetivos en las caderas
que aún ni conocía.
Voy a llenarte la vida de palabras esdrújulas,
los sueños de verbos en futuro perfecto,
las manos de puntos suspensivos,
los ojos de signos de exclamación.

Y voy a cerrar el paréntesis después de tu nombre.
Como quien cierra una estrofa.

Para quedarnos dentro.

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