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viernes, 5 de julio de 2013

Salvador Pliego

Usted no sabe lo bonito que se escucha

su nombre al pronunciarle,

que lleva un subjuntivo de pájaros sonrientes,

y no sabe de la dicha de poder articularle

entre los infinitivos: dulzura y sentimiento.

Usted no sabe, quizá lo intuye,

que confundo su nombre al escribirlo.

Y lo confundo de modo tal

que al deletrearlo es dulce y más preciso,

y suena a algo que reclama

las letras propias del cariño:

un futuro donde yo la necesito.

Quizá no sabe que su nombre

significa un deseo por demás reiterativo:

que usted diga conmigo: “Igual, lo necesito”.

Y al decirlo, sea yo quien a su nombre intensifique,

porque, que bonito se pronuncia

su nombre al decirlo: “La quiero”.

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