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sábado, 29 de enero de 2011

He llegado a la conclusión de que los adultos tratan el amor como los niños tratan sus juguetes, primero los hace suyos, después se cansan de ellos y cuando otros los tienen, se les antoja; el problema es que los niños juegan sin el propósito de hacer daño, pero cuando se juega con una persona hacerle daño es lo de menos. Si alguna vez has sido un juguete para alguien no se merece ni un triste antojo para saberlo solo tienes que contar las horas que esa persona te ha hecho feliz y luego contar los años que te ha hecho 
sufrir.

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