Te quería como el que se rasca la herida o se arranca las costras. Como
aquel que no sabe hasta cuándo va a ser sano perpetuar la adicción a tu
boca. Como aquel atardecer tan bonito que hace llorar, o como ese no
puedo más pero voy a seguir, por si acaso. Por si al final vale la pena
intentarlo, aunque las segundas partes nunca fueron buenas, y mucho
menos las terceras, en las que ya a veces me olvido de qué era lo que me
ataba a ti. La soledad, recuerdo. Y si el mundo gira tan rápido, nunca
dejes que lo haga lo suficiente como para dejarnos atrás. Cualquier
lugar me parece un andén sacado del contexto de esperarte. Seremos esa
necesidad de que alguien nos necesite. De que alguien nos lo necesite
todo, incluso esos defectos que seguimos manteniendo por si algún día
son lo único que tenemos. Estaremos jugando demasiado mal, o
violentamente, a dedicarle demasiada importancia a los domingos. Ojalá
entendieses que hay tormentas que no calan, pero que hacen temblar. Que
hay falsas esperanzas que siguen manteniéndonos vivos. Si ya por saber
sólo sé las lecciones que nunca me enseñaron tus labios. Y ese mantener
el equilibrio mientras corro por la delgada linea que separa el tocar
fondo de sentirme libre. Qué desastre más bonito el no saber qué hacer
mañana, si sobrevivir o esperar a que tu ausencia me de la
extremaunción.
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