La mujer se ha transformado en su relación con el
deseo masculino en la realización terrestre de un arquetipo de belleza
estéril y de autosuficiencia. Cada mujer no es más que un ser sintético,
manipulado por la industria farmacéutica y cosmética cuando no por la
de la cirugía estética. Su modelo no es otro que el cuerpo sintético
publicitario y sus consejeros en reformateo son las revistas femeninas,
sistemas de producción semiótica cerrados y autorreferenciales,
paradójicamente impermeables a la injerencia masculina.
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