Admito que las calles se han vuelto un poco más tristes desde que
dejamos de caminar juntos. Parece que los árboles se han quedado sin
hojas y que el viento siempre corre en nuestra contra —o en la mía—. El
silencio entre la gente se ha tornado insoportable y las aves ya no
cantan con la misma intensidad. No puedo negarlo, porque el amor cuando
es y luego renuncia a ser, deja estragos aparentes.
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