Hacer propio el sufrir ajeno, beber de golpe un atardecer por que en
ellos lloran los amantes mal correspondidos, caminar pisando cada frágil
hoja en el camino porque alivia los pesares de saber que el sufrimiento no
es nada más de uno.
Al caer la noche recostado entre tus brazos
cuento cada espacio entre el silencio y aquellas palabras que me contaste.
Bajo el estupor de cada letra se esconden esos
besos; promesas vacías, que al fino roce, choque infinito de galaxias,
de dos desconocidos al cruzar camino, debieron formarse.
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