Y tocar lentamente
tus pies de crisol,
la debilidad que me opaca
las veces que mis ojos entran
en tu cara.
Tocar tus pies de crisol,
tus manos con mis manos,
y seguir tus pies frágiles,
tiernos y delicados,
en aquella fortaleza que
llena mi debilidad.
Y besar tus pies de crisol,
el amaranto que llueve
en el aire tocando tu
tersa piel,
tu alucinante cuerpo,
mi manía de tocar tu cintura.
La vagante manera de saberte,
en pequeños rincones,
como el mundo mismo,
como tu mundo mismo,
las murallas de tus pies
el crisol de tus labios.
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