Su basta melena es perfecta para dormir sobre ella. Sus ojos para
guardar miradas mientras en silencio nos decimos todo, sin palabras pues
soy bueno con ellas, pero mejor cuando no las uso. Sus caderas tienen
el perfecto agarre para mis manos, las más finas curvaturas que un
escultor podría crear y la delicadeza de una hoja en otoño. Y sus manos
suaves y cálidas me han enseñado el mundo, sin duda un mundo solo al
alcance de los dioses.
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