Nuestra relación era rutinaria, nos veíamos cuando nuestros trenes cruzaban; así de intensa y efímera, pero siempre puntual y excitante. No era necesario conversar pues nuestras miradas conversaban entre sí. Decidimos continuar así hasta que el destino nos colocara en el mismo vagón para así explorarnos y descubrirnos de estación en estación.
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