Un cronopio encuentra una
flor solitaria en medio de los campos. Primero la va a arrancar, pero piensa que
es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con
la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como
una abeja, huele su perfume, y finalmente se acuesta debajo de la flor y se
duerme envuelto en una gran paz. La flor piensa:
«Es como una flor».
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