Creo en el amor a primera vista, y a segunda vista, y
a todas las vistas posibles. Creo en los abrazos de más de quince
segundos y en la primavera que trae consigo una nota de voz. Creo en las
ojeras, en las curvas preciosas, en la fiebre del momento. Creo en los
nervios de la primera cita, la emoción de la segunda, y la felicidad de
todas las restantes. Creo en las promesas como palabras de amor y en los
garabatos al final del cuaderno. Creo en los detalles, no en los
regalos de aniversario. Creo en los errores, no en las justificaciones.
Creo en las despedidas, pero nunca en los regresos. Creo en la libertad y
la opción de compartirla, no creo en la pertenencia. Creo en la
confianza y en los motivos para perderla. Creo en la valentía del
insomnio, en lo agradable del sueño, en las razones para no querer
dormir. Creo en la conquista por una sola persona, no creo en el cariño
compartido. Creo en las canciones cuando uno está enamorado y en el
desprecio cuando todo terminó. Creo en los ataques de risa, en el arte
de besar el cuello, en la magia de un helado entre los dos. Creo en los
finales como parte de la historia y en la desaparición de todos los
fantasmas. Creo en la desilusión de haber querido de más, pero sobre
todo, en las ganas de empezar todo de nuevo.
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