Y entonces me confesaste
que te gustaba sobrevolar las nubes...
Y yo te dije que volar cansaba, que todos necesitábamos una pista de aterrizaje donde descansar para dejar de ser libres un rato.
Ya llevabas muchas horas de vuelo y yo solo te quería más cerca de mi atmósfera,
solo un ratito, para respirar el mismo aire,
en la misma latitud positiva
de mi hemisferio norte...
Y no es egoísmo;
es complicado unir dos corazones,
si uno vuela más alto que el otro.
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